La travesía de la Selección de Costa Rica ha sido todo un viaje lleno de imprevistos y desafíos. Después de su partido contra Surinam en San Diego, el equipo dirigido por Miguel Herrera se encontró con una situación que pocos imaginarían: un traslado que debería haber tomado apenas tres horas, se alargó hasta ocho.
Este desenlace no solo fue frustrante, sino también revelador del tipo de adversidades que los equipos deportivos, especialmente en torneos importantes, pueden enfrentar.
¿Qué pasó con el vuelo de Costa Rica rumbo a Dallas?
La espera comenzó desde temprano. A las dos de la tarde, el equipo debería haber abordado su vuelo, pero una falla técnica en el avión obligó a la delegación a permanecer más tiempo del esperado en el aeropuerto.
Lo que debió ser un simple trayecto se convirtió en una prolongada odisea de cinco horas. En el mundo del deporte, donde cada minuto cuenta, esta situación es más que un inconveniente; es un reto que puede afectar tanto la preparación como el estado emocional de los jugadores.
Más retrasos: el tráfico texano también jugó su parte
Cuando finalmente lograron despegar, el avión se dirigió a Dallas. Sin embargo, las sorpresas no cesaron ahí. Al aterrizar, el tránsito denso de la ciudad jugó un papel crucial en retrasar aún más su llegada al hotel de concentración. A medida que el autobús luchaba por sortear el tráfico, los jugadores se preparaban mentalmente para el desafío inminente contra la República Dominicana.
En un intento por evitar cualquier interacción con la prensa, el equipo fue traslados de manera discreta, prueba de que la preparación mental y la concentración son claves en este tipo de competencias.
Silencio, muletas y cansancio: así llegó Costa Rica al hotel
Al llegar al hotel, Álvaro Galindo fue uno de los primeros en descender del autobús. Con una expresión que mezclaba cansancio y determinación, tomó su maleta y se dirigió rápidamente al interior. Poco después, Miguel Herrera también hizo su entrada, saludando a la distancia mientras sus jugadores se escondían en la intimidad del hotel.
Entre los que bajaron, destacó Warren Madriga, que se movía con muletas, un recordatorio palpable de las dificultades que enfrentan los atletas en su camino hacia la victoria.
Más que un partido: el verdadero reto de Costa Rica en la Copa Oro
A pesar de la presión mediática, los jugadores optaron por evitar el contacto y se retiraron a cenar juntos; una decisión sensata antes de un partido crítico. A medida que la noche avanzaba, la fascinación por el inminente encuentro con la República Dominicana se intensificaba.
Con la determinación de avanzar en la Copa Oro 2025, el equipo sabe que una victoria no solo es meta, sino una necesidad imperiosa para continuar en la carrera por la primera posición, ya que en el horizonte les espera un encuentro crucial contra México.
Costa Rica, bajo la batuta de Herrera, está lista para enfrentarse a cualquier obstáculo, tanto en el campo como fuera de él. La resiliencia que demostraron en su recorrido ya es un indicador de su espíritu competitivo. Las lecciones de esta jornada serán parte de su legado en la Copa Oro y un testimonio de que, a veces, los verdaderos desafíos comienzan antes del silbato inicial.
